lunes, 31 de mayo de 2010

Un Poema por Columbine y Otros Muertos Anónimos

es curioso,
cuando escuchas en las noticias
o lees en el periódico
o ves en el internet
o donde sea,
acerca de los niños
que mueren asesinados
en sus escuelas,
mientras hacen sus dibujos
llenos de árboles que no crecen
llenos de arcoiris sin oro
al final
llenos de personitas tristes
y flores que vuelan por
unos cielos grises;
mientras repasan la lección
de ayer con Mrs. Grodky;
mientras comen su almuerzo
tercermundista
en una cafetería
primermundista.
y entonces escuchas a sus
madres afligidas,
con el dolor en sus ojos
y ya no pueden más
y explotan
y oceanos brotan de sus
cuencas,
aunque es más un mar muerto,
con cadáveres
de peces y pulpos y
tiburones y ballenas y
esponjas y estrellas y focas
y hasta el cadáver de un
pingüino,
y tú te mojas,
sólo un poco,
y junto a ti cae
uno de esos cadáveres
y sientes
como si otro
mar Muerto
quisiera salir ahora por tus
cuencas;
las cierras en un intento desesperado
por contener un millón de
cadáveres, pero aún así
explotas tú también
y piensas en los niños
tirados en los pasillos,
y los dibujos con manchas de
sangre,
y sus madres y sus
lágrimas
y las lápidas que visitan
y, por un momento,
quieres llevar flores a las
madres y a las escuelas,
pero no lo haces, sólo
te limitas a
pensar en el silencio
que abrazó la escuela
unos minutos después
del tiroteo
y sueñas con ese silencio
y te duermes
imaginando
que ese silencio
te abrazará
algun día
a ti
también.

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